Siempre había disfrutado de escribir. El martes escribió sobre las guerras, y el Miércoles éstas dejaron de producirse. Ese mismo día escribió sobre la soledad, y el Jueves fue el día en el que más casamientos fueron registrados desde que la sociedad tenía memoria. Luego, sobre la pobreza, y al otro día, no logro explicar cómo pudo haber ocurrido, pero abundaba la riqueza en el mundo. Esto sucedió durante varios días, hasta que el joven escritor se dio cuenta. Tan pronto como lo hizo, su representante firmó un contrato con un diario mediante el cual Hernán publicaría sus relatos, y muy pronto este diario llegó a ser el más vendido en el planeta. La sociedad fue mejorando y mejorando, los problemas de ella fueron desapareciendo. Hernán fue ovacionado por multitudes, agradecía las efusivas felicitaciones, pero no revelaba su secreto, ni el de sus antepasados. El talentoso escritor no era del todo humano; su tatarabuela había quedado embarazada de un extraño habitante de otro planeta; tras lo cual los descendientes de esta familia habían desarrollado excepcionales habilidades relacionadas con la escritura. El padre de Hernán, por ejemplo, escribía todo aquello que sucedería al otro día. A pesar de que sus manos escribieran prácticamente solas, esto resultaba particularmente útil para hacer negocios, por lo que se hizo multimillonario.
Cada mañana, Hernán se levantaba y pensaba en un problema de la humanidad, sabiendo que si luego escribía sobre él, al otro día cuando despertase, dicho problema ya no existiría. Era una actividad gratificante. En menos de un año ya le resultaba difícil encontrar algo negativo de aquel mundo perfecto en el que habitaba. Pero en un momento determinado se dio cuenta de que no era del todo feliz. Fue entonces cuando escribió sobre la infelicidad. Pero no hubo cambio alguno. Escribió sobre ese tema durante un mes seguido, pero descubrió que aquella era la excepción que su peculiar talento tenía. Día a día crecía dentro de él la infelicidad, como también en el resto de las personas. Todos se aburrían muchísimo al tener todo solucionado, sin tener que luchar por conseguir algo. Ya no existían los deseos, el motor de la existencia, todo estaba servido. El muchacho descubrió que la felicidad no estaba en la ausencia de contratiempos, sino en la resolución exitosa de ellos. Y que si no había nada malo en el mundo, era imposible valorar lo bueno. Era necesario cierto equilibrio. De modo que escribió acerca la perfección como un problema, y al otro día comenzaron a reaparecer los problemas sobre los que antes había escrito. El mundo tenía defectos, pero era maravilloso tener una razón por la cual vivir, un sueño por lograr y hacia el cual dirigir todos los esfuerzos. La vida tenía sentido nuevamente, la búsqueda de la felicidad.
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