24.11.10

Alfajor triple de chocolate

Hubo un tiempo en que pensaba mucho en los alfajores. Iba a verlos a la cantina de Jorge y al quiosco de la esquina todos los días. Cuando no estaba comiendo uno, estaba pensando en hacerlo. Ahora soy un alfajor.
Todo comenzó uno de los primeros días del verano. Me dí cuenta de que tenía una desarrollada capa de grasa en la zona abdominal. La primera medida que tomé fue eliminar de mi dieta todos los dulces, incluidos los alfajores. Además, planeé realizar una exhaustiva rutina de ejercicio a diario. Sin embargo, luego de un par de días de implementar estas medidas, llegué a un punto en que no pude soportarlo más y, en cuanto me encontré cerca de un quiosco ingresé y soslayé con golosinas comunes, hasta que me topé con un alfajor triple de chocolate. Nunca lo olvidaré. 320 calorías en forma de chocolate, galletita y dulce de leche. Mi simple preferencia por los sabores dulces comenzó a transformarse en una obsesión. Cada día, luego de almorzar, corría al refrigerador y me encontraba con alguna delicia. Supe desde un primer momento que estas obras de arte culinarias no eran simples golosinas. Lo supe antes de esto, antes de ser un alfajor. En los quioscos, hay miles de dulces: chupetines, caramelos, simples chocolates, chicles y un sinfín de calorías vacías, pero sólo una muestra de que la perfección propiamente dicha existe: el alfajor triple de chocolate. Otro tipo de existencia, que necesitan ser comidos para prolongarla. Por eso los consumía, porque me lo pedían, lo necesitaban. Me pasaba todos los recreos observando las repisas repletas de azúcares; de vez en cuando Jorge, el quiosquero, tosía inquieto. Recuerdo haber llegado a soñar con ellos, que con su broncíneo chocolate cobertura realizaban un llamado de auxilio. Gracias a mi obsesión conseguí trabajo en Kraft, la fábrica más grande de alimentos híper calóricos. Pero un día, cuando estaba realizando los controles de calidad, súbitamente, sin transición ni sorpresa, me di cuenta de que estaba en mis manos, que yo era el alfajor. Ahora me encuentro en este metalizado envase, en una prisión de la que no puedo escapar. Nos sentimos atrapados en este infierno plateado, y sin extremidades para defendernos, esperamos ingresar en otro organismo que nos digiera y que termine este padecimiento envasado.


A veces me sorprenden los desórdenes mentales que tenía el año pasado. Espero no pensar eso de mi el año que viene.




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