Al principio sólo te conformás con lo mejor. Cuando ves que no lo conseguís, bajás un poco tu expectativas y, si obtenés lo que querías primero, sos el ser más feliz sobre la faz de la Tierra. Pero mientras tanto te conformás con la mitad de eso. La desesperación comienza cuando no conseguís ni un cuarto de lo que querías. Y ahí es cuando valorás hasta el más ínfimo detalle, cuando no tuviste nada. Ahí es cuando te quedás con el menor atisbo de lo que originalmente deseabas, y lo cuidás como si fuera oro.
Seguro no se entiende un carajo, pero lo escribí para sacármelo de la cabeza. Y yo sí lo entiendo.
Vista del departamento que necesito
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